Crónica de una muerte anunciada

Crónica de una muerte anunciada

Es lamentable, que una vez más, repitieran el libreto. Gabriel García Márquez, cuando escribió “Crónica de una muerte anunciada” no podría encontrar un mejor país que representara su magistral novela que Venezuela y los venezolanos, cada vez que vamos a unas elecciones chavistas. Hasta ayer, habíamos sido tan inocentes como Santiago Nasar.

Una gran amiga siempre me ha dicho. “Mientras no comprendamos que ellos no juegan limpio y cambian las reglas a su conveniencia nada va a cambiar”.

Eso es, precisamente, lo que hace la dictadura en Venezuela. Se presentan como la serpiente que está mudando la piel, con falsas caretas de “demócratas” y convocan a unas elecciones en las que nadie cree. En otras palabras nos invitan a una partida de ajedrez. Sin embargo, llegado el momento de la partida, sin previo aviso, se presentan a jugar “bolas criollas” pero con las reglas de una partida de  “truco” y bajo la manga, además de naipes escondidos tienen piedras de dominós y balas; aceptamos participar en su perverso juego con sus reglas sacadas del sombrero de un mago con conejo y todo.

Nos pidieron ir a unas elecciones, pero nos inhabilitaron a María Corina Machado, la legítima ganadora de las primarias y se lo aceptamos.

Pusieron toda clase de insalvables barreras que impidieron a los venezolanos, que ellos obligaron al exilio, para evitar que pudieran ejercer su voto y lo aceptamos; dejando por fuera la decisiva y contundente opinión de más de cinco millones de votantes. Pero lo permitimos. Por último, aceptamos ir a una contienda electoral sin veedores internacionales confiables, que dieran fe de la transparencia de los comicios. Y fuimos.

María Corina Machado, se puso su fulgurante armadura de Santa Juana de Arco y de forma estoica y valiente, pese a su inhabilitación, pese a que hicieron uso de todas las artimañas y bajezas posibles para que no llevara su mensaje de esperanza a cada rincón del país; navegó en piraguas,  atravesó trochas en todoterreno, hizo recorridos en moto, subió cerros, caminó a pie a donde no la querían dejar llegar “pero llegó” y logró reunir y aglutinar el descontento nacional para que la gente fuese a votar de manera masiva.

Todo, para que a último minuto hicieran uso del sombrero mágico del que han sacado iguanas que tumban redes eléctricas, barcos de perniles que se pierden en el triángulo de las Bermudas, intentos de magnicidio, invasiones fantasmas, y otro sin fin de cortinas de humo a la que ahora tenemos que agregar un hacker maléfico y todopoderoso proveniente de Macedonia del Norte, que interrumpió la transmisión de actas en las que la oposición arrasaba en proporción de 70% a 30% dando como ganador a Edmundo, y, luego de neutralizar al hacker  “zas” aparece el 80% de las actas con una tendencia irrevocable.  Una vez más, cambian el juego a último minuto; nos vendan los ojos y nos ponen a jugar a “ponerle la cola al burro y nombrarlo presidente.” Pero, a diferencia de otras oportunidades, no contaron con el valor de la “dama de hierro criolla”, que a diferencia del incauto Santiago Nasar, ella se preparó: “Epa que pasa aquí, ¡No señor!”

Ella escuchó fuerte y claro a Pedro y Pablo Vicario (Nicolás y Diosdado) gritando a los cuatro vientos sus planes de asesinato. Los chavistas tienen años gritando a los cuatro vientos su intención de asesinar a la democracia en Venezuela. Pero, no contaban con María Corina.

Tampoco contaban con “el pueblo” “el colectivo” que en “crónica de una muerte anunciada” no hace nada por evitar que se perpetre el crimen. En nuestro caso, “la comunidad internacional” se está manifestando, y estoy seguro que tomará acciones contundentes para evitar este genocidio. Más importante aún, tampoco contaban con el pueblo venezolano, el que pese a todas las  represiones y amenazas salió a votar, y que está en la calle defendiendo su voto.

Se volteó la tortilla.  “Crónica de una muerte anunciada”

María Corina Machado ya lo dijo: “Venezuela tiene un nuevo presidente”