Mi historia

Siendo escritor, he cautivado a lectores de todo el mundo con mis historias vibrantes y personajes inolvidables. Con un estilo único y una voz auténtica, transporto a mundos llenos de emoción y reflexión.

Mi historia

Siendo escritor, he cautivado a lectores de todo el mundo con mis historias vibrantes y personajes inolvidables. Con un estilo único y una voz auténtica, transporto a mundos llenos de emoción y reflexión.

Mi historia

Siendo escritor, he cautivado a lectores de todo el mundo con mis historias vibrantes y personajes inolvidables. Con un estilo único y una voz auténtica, transporto a mundos llenos de emoción y reflexión.

ESCRITOR, CONFERENCISTA

El abrazo entre la literatura y mis vivencias.

Emelio Gómez

Me considero un ser humano del mundo. Nací en Caracas, Venezuela, tuve la bendición de tener a un padre cubano, a una madre venezolana, y tuve la suerte de crecer en Panamá. La familia de mi padre, mis abuelos y mis tíos eran lo que podría considerarse “un puño” siempre juntos en sus viajes y periplos por los diferentes países en los que vivimos, Venezuela, Colombia, Costa Rica, para finalmente residenciarnos en Panamá, país en el que crecí y al que le debo tanto, como a mi más grande tesoro, mi hija Emely Marie, mi panameñita de mi vida… mi ingeniera.

Como si fuera poco para agregar a mi ensalada cultural, mis abuelos paternos eran canarios, mi vena de escritor y amante de la música viene de Canarias y Cuba, mi padre tocaba el acordeón y jugaba dominó, y, mi abuelo junto con mi tío abuelo, “los Cuquillos” eran grandes, reconocidos y afamados versadores, cantantes de las variopintas décimas, que son parte de la tradición cultural tanto de Cuba como de Canarias; a las que dedico un capítulo al que tengo especial cariño en mi novela “QUESTOR”.

Por el lado de mi familia materna, también recuerdo la importancia de la unión familiar, el patriarca era mi tío Antonio, que siempre estaba pendiente de mi abuela Josefa, con sus duros rasgos de india sentada en su sillón en la Guaira, masticando chimó; otro aderezo a mi ensalada “sangre indígena”. A juzgar por lo ensortijado de mi cabello, que mi madre me decía que provenía de los dioses griegos, descubrí que más bien viene de antepasados de Curazao, para terminar de aderezar la ensalada cultural de mi ser.

Mis padres me regalaron un hogar errante, descubrir cada país y cultura era una aventura, como lo fue un viaje que hicimos juntos desde Panamá recorriendo todo Centroamérica en auto, mi papá, mi mamá, mi hermano y yo.

Mi madre siempre se preocupó por darnos la mejor educación posible, y por eso, le estaré eternamente agradecido. El Anglo American School, el Instituto Cultural, y, finalmente el Colegio De La Salle, mi Alma Mater, que merece una mención aparte en esta reseña de mi vida.
Me considero un ser humano del mundo. Nací en Caracas, Venezuela, tuve la bendición de tener a un padre cubano, a una madre venezolana, y tuve la suerte de crecer en Panamá. La familia de mi padre, mis abuelos y mis tíos eran lo que podría considerarse “un puño” siempre juntos en sus viajes y periplos por los diferentes países en los que vivimos, Venezuela, Colombia, Costa Rica, para finalmente residenciarnos en Panamá, país en el que crecí y al que le debo tanto, como a mi más grande tesoro, mi hija Emely Marie, mi panameñita de mi vida… mi ingeniera.

Como si fuera poco para agregar a mi ensalada cultural, mis abuelos paternos eran canarios, mi vena de escritor y amante de la música viene de Canarias y Cuba, mi padre tocaba el acordeón y jugaba dominó, y, mi abuelo junto con mi tío abuelo, “los Cuquillos” eran grandes, reconocidos y afamados versadores, cantantes de las variopintas décimas, que son parte de la tradición cultural tanto de Cuba como de Canarias; a las que dedico un capítulo al que tengo especial cariño en mi novela “QUESTOR”.

Por el lado de mi familia materna, también recuerdo la importancia de la unión familiar, el patriarca era mi tío Antonio, que siempre estaba pendiente de mi abuela Josefa, con sus duros rasgos de india sentada en su sillón en la Guaira, masticando chimó; otro aderezo a mi ensalada “sangre indígena”. A juzgar por lo ensortijado de mi cabello, que mi madre me decía que provenía de los dioses griegos, descubrí que más bien viene de antepasados de Curazao, para terminar de aderezar la ensalada cultural de mi ser.

Mis padres me regalaron un hogar errante, descubrir cada país y cultura era una aventura, como lo fue un viaje que hicimos juntos desde Panamá recorriendo todo Centroamérica en auto, mi papá, mi mamá, mi hermano y yo.

Mi madre siempre se preocupó por darnos la mejor educación posible, y por eso, le estaré eternamente agradecido. El Anglo American School, el Instituto Cultural, y, finalmente el Colegio De La Salle, mi Alma Mater, que merece una mención aparte en esta reseña de mi vida.
Me considero un ser humano del mundo. Nací en Caracas, Venezuela, tuve la bendición de tener a un padre cubano, a una madre venezolana, y tuve la suerte de crecer en Panamá. La familia de mi padre, mis abuelos y mis tíos eran lo que podría considerarse “un puño” siempre juntos en sus viajes y periplos por los diferentes países en los que vivimos, Venezuela, Colombia, Costa Rica, para finalmente residenciarnos en Panamá, país en el que crecí y al que le debo tanto, como a mi más grande tesoro, mi hija Emely Marie, mi panameñita de mi vida… mi ingeniera.

Como si fuera poco para agregar a mi ensalada cultural, mis abuelos paternos eran canarios, mi vena de escritor y amante de la música viene de Canarias y Cuba, mi padre tocaba el acordeón y jugaba dominó, y, mi abuelo junto con mi tío abuelo, “los Cuquillos” eran grandes, reconocidos y afamados versadores, cantantes de las variopintas décimas, que son parte de la tradición cultural tanto de Cuba como de Canarias; a las que dedico un capítulo al que tengo especial cariño en mi novela “QUESTOR”.

Por el lado de mi familia materna, también recuerdo la importancia de la unión familiar, el patriarca era mi tío Antonio, que siempre estaba pendiente de mi abuela Josefa, con sus duros rasgos de india sentada en su sillón en la Guaira, masticando chimó; otro aderezo a mi ensalada “sangre indígena”. A juzgar por lo ensortijado de mi cabello, que mi madre me decía que provenía de los dioses griegos, descubrí que más bien viene de antepasados de Curazao, para terminar de aderezar la ensalada cultural de mi ser.

Mis padres me regalaron un hogar errante, descubrir cada país y cultura era una aventura, como lo fue un viaje que hicimos juntos desde Panamá recorriendo todo Centroamérica en auto, mi papá, mi mamá, mi hermano y yo.

Mi madre siempre se preocupó por darnos la mejor educación posible, y por eso, le estaré eternamente agradecido. El Anglo American School, el Instituto Cultural, y, finalmente el Colegio De La Salle, mi Alma Mater, que merece una mención aparte en esta reseña de mi vida.
En La Salle, se forjó en mi un corazón lasallista y cristiano, y, no solamente es la excelencia educativa, la impronta más importante que adquirí en el colegio fue un espíritu de fe y de fraternidad, que se mantiene aún hasta el día de hoy. Mis amigos de toda la vida, con los que comparto el amor por la música y la literatura, y tantos y tantos bellos recuerdos de una etapa de tanta alegría.

La formación en el Colegio La Salle, tenía o tiene como objetivo principal, como ya he dicho, formar hombres con corazón cristiano, servicio de vocación, espíritu de fe y fraternidad y ser excelentes médicos, ingenieros, abogados y políticos.

Hoy en día mis mejores amigos son médicos destacados llenos de mística, ética y profesionalismo, exitosos abogados, arquitectos, empresarios y políticos. Yo, al salir del colegio, estudié leyes, estudié comunicación social y estudié administración de empresas, incluso coqueteé con la Marina de Guerra en Venezuela, para finalmente entrar al mundo de las ventas, y hacer carrera dentro de la industria de consumo masivo, y la industria farmacéutica, en la que sigo hasta hoy en día.

Trabajo en equipo con otro lasallista como gerente de proyectos en FP LATAM S.A. Soy presidente de COMERCIALIZADORA DE LAS AMÉRICAS, y miembro de la directiva de la CLíNICA AGUA CLARA, emprendimiento de mi querida esposa Tibisay, mi compañera en este viaje que llamamos vida.

¡A los españoles por mar los quiero ver, porque si los vemos por tierra, que San Jorge nos proteja!

¡A los españoles por mar los quiero ver, porque si los vemos por tierra, que San Jorge nos proteja!

¡A los españoles por mar los quiero ver, porque si los vemos por tierra, que San Jorge nos proteja!

Emelio Gómez

“Al regresar, solo pudieron decir que lo único que había allí era silencio.”

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© Emelio Gomez 2024

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